LUCHANDO CONTRA SOMBRAS
Para el observador superficial, la vida humana presenta una confusa mezcla de luz y sombra, distribuida de modo que no tiene un patrón reconocible, y gobernada por leyes indescifrables. A través de esta escena dos hombres pueden empezar a andar uno al lado del otro. Con similares antecedentes y capacidades, encaminados en la misma dirección.
No obstante, uno avanza casi siempre en la luz del éxito y el logro. Mientras que el otro, muy cerca de él, escasamente ve la luz. Continuamente lo cubren las sombras del fracaso y la frustración.
Ninguno de estos hombres comprende las fuerzas que obran en su vida. Las fuentes de luz y sombra están ocultas para ambos. Probablemente ni siquiera hayan considerado la posibilidad de que tanto la luz como la sombra podrían tener su origen en generaciones anteriores.
La Biblia habla muy claro acerca de estas fuerzas. En realidad, tiene mucho que decir de ellas. Las llama, respectivamente bendiciones y maldiciones.
Observemos de cerca, por un momento, al hombre bajo las sombras. Todo lo hace a su entender correctamente: cambia de empleo o de lugar de residencia; adquiere capacidades profesionales adicionales estudia toda la más reciente literatura sobre el pensamiento positivo. Quizás incluso toma un curso de cómo liberar algún "potencial" misterioso dentro de sí mismo. Sin embargo, el éxito lo esquiva. Sus hijos son rebeldes, su matrimonio es una rutina de tensiones, accidentes y enfermedades.
Sus más preciados objetivos se le escurren como agua por entre los dedos. Lo "persigue" una sensación de fracaso inevitable, que quizás sea capaz de posponer, pero no vencer.
Toda su vida tiene la sensación de forcejear contra algo que no puede identificar; algo amorfo y esquivo. Hay momentos en que siente que está luchando contra una sombra. "¿De qué sirve?", "¡Nada me sale bien! Mi padre tenía el mismo problema. ¡Él también fue un fracasado!"
Quien esté bajo las sombras podría muy bien ser una mujer, por supuesto. Se casó joven y empezó con toda clase de planes para un matrimonio dichoso y un hogar feliz. Sin embargo, se encuentra en un sube y baja invisible: un día "arriba" y al otro "abajo". Físicamente va de un problema a otro, siempre al borde de la salud, sin llegar a alcanzarla nunca. Sus hijos se hacen adictos a las drogas y entonces su esposo la abandona. Un día despierta con la espantosa realización de que se ha convertido en una alcohólica... Como el hombre bajo las sombras, esta mujer también hizo las cosas todo lo mejor que pudo. Estudió libros sobre nutrición y psicología infantil. No obstante, miraba a otras mujeres, con motivos o calificaciones menores, conseguir objetivos que ella misma jamás lograría.
Con un estremecimiento empieza a preguntarse si la causa de sus problemas pudiera ser la misma: una maldición que se remonta a generaciones pasadas.
Una maldición se puede comparar con un largo y maligno brazo que se extiende desde el pasado. Se recarga sobre usted con una tenebrosa y opresiva fuerza que inhibe la total expresión de su personalidad. Nunca se siente completamente libre de ser usted mismo. Siente que dentro de usted hay potencialidades que jamás llega a desarrollar por completo. Siempre espera de usted más de lo que logra conseguir.
Hay una palabra que resume los efectos de una maldición: frustración. Usted alcanza un cierto nivel de logros en su vida y todo parece listo para un brillante futuro. Se ve que tiene todas las aptitudes; y sin embargo, ¡algo sale mal! Así que empieza de nuevo, y alcanza el mismo nivel que antes, pero una vez más algo sale mal. Después que sucede muchas veces, se da cuenta de que es un patrón en su vida. No obstante, no alcanza a ver ninguna razón evidente para eso.
Los detalles particulares pueden cambiar, pero el patrón está ahí. A menudo esas personas dicen algo como: "Lo mismo pasaba siempre con mi padre. Siento como si estuviera reviviendo su frustración" o "Me parece estar oyendo a mi abuelo decir lo mismo una y otra vez: 'Nada me sale bien'."
Este patrón pudiera repetirse en varias dimensiones en la vida de las personas: negocios, carrera, salud o finanzas. Casi siempre tiene algún efecto negativo sobre las relaciones personales: sobre todo en el matrimonio y la familia. Con frecuencia también afecta no sólo a un individuo aislado, sino a un grupo social más amplio. Muchas veces éste pudiera ser una familia, pero se puede extender a un círculo más amplio, como una comunidad o una nación.
Sin embargo, no estaría bien sugerir que una maldición cause siempre el fracaso de una persona. Es posible que un individuo alcance lo que parece ser un éxito real y sin embargo verse plagado de frustraciones, sin disfrutar de los frutos del éxito.
Algunas veces las maldiciones pueden no tener su origen en generaciones anteriores. Pueden ser el resultado de obras o sucesos a lo largo de nuestra propia vida. Pudiera ser que una maldición de generaciones previas se haya agravado con sus mismas acciones. Sin embargo, cualquiera que sea el origen de su problema, una cosa es cierta: usted está luchando con algo que no puede identificar ni comprender.
¿Querrá decir esto que no hay esperanza para mí? ¿Tendré que seguir así por el resto de mi vida?" ¡No! ¡Hay esperanza para usted! No se desaliente. Conforme siga leyendo, descubrirá que Dios ha proporcionado un remedio, y recibirá instrucciones simples y prácticas de cómo aplicar el remedio en su propia vida.
Tres preguntas:
Primera, ¿cómo podemos reconocer que hay una maldición obrando en nuestra vida?
Segunda, ¿qué tenemos que hacer para anular una maldición y librarnos de sus consecuencias?
Tercera, ¿cómo podemos entrar en la bendición de Dios?
COMO OPERAN LAS BENDICIONES Y LAS MALDICIONES
Las fuerzas que determinan la historia se sitúan dentro de dos categorías: las visibles y las invisibles. Es la interacción de estos dos planos lo que determina el curso de la historia. Mientras circunscribamos nuestra atención a las cosas visibles y materiales, enfrentaremos de tiempo en tiempo sucesos y situaciones que no podremos ni explicar ni controlar.
2 Corintios 4: 17-18 Pablo esboza estos planos: Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Las cosas que pertenecen al plano visible son transitorias y temporales. Es sólo en el plano invisible que podemos encontrar la realidad verdadera y permanente. También es en este plano que podemos descubrir las fuerzas que en última instancia moldearán nuestro destino, incluso en el plano visible. Pablo dice claramente que el éxito en la vida depende de la capacidad de captar y relacionarse con eso que es invisible y espiritual.
Tanto las bendiciones como las maldiciones pertenecen al invisible plano espiritual. Son vehículos del sobrenatural poder espiritual. Las bendiciones producen resultados buenos y beneficiosos; las maldiciones producen resultados malos y dañinos. Ambas son temas de envergadura en las Escrituras. Las dos palabras se mencionan en la Biblia más de 640 veces.
Dos importantes características les son comunes. Primera, sus efectos rara vez se limitan al individuo. Pueden extenderse a familias, tribus, comunidades o naciones enteras. Segunda, una vez que se les da rienda suelta, tienden a continuar de generación en generación hasta que algo suceda que cancele sus efectos. Una cantidad de bendiciones y de maldiciones mencionadas en la Biblia con relación a los patriarcas han continuado obrando durante casi cuatro mil años y todavía siguen actuando.
Esta segunda característica de las bendiciones y las maldiciones tiene importantes implicaciones prácticas. Pudiera ser que en nuestra vida haya fuerzas actuando que tienen su origen en generaciones anteriores. Consecuentemente, puede ser que nos estemos enfrentando con situaciones recurrentes o patrones de comportamiento que no pueden explicarse únicamente en términos de lo que ha sucedido en el transcurso de nuestra vida o experiencias personales. La causa básica puede remontarse mucho en el tiempo, incluso a miles de años.
El principal vehículo, tanto de las bendiciones como de las maldiciones, son las "palabras". Tales palabras pueden ser pronunciadas o escritas o meramente formadas interiormente.
La Escritura dice mucho acerca del poder de las palabras. El libro de Proverbios, en particular, contiene muchas advertencias de cómo las palabras pueden ser usadas tanto para bien como para mal.
Aquí hay algunos ejemplos:
El hipócrita con la boca daña a su prójimo; más los justos son librados con la sabiduría.
Proverbios 11:9
Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; más la lengua de los sabios es medicina.
Proverbios 12:18
La lengua apacible es árbol de vida; más la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu.
Proverbios 15:4
La muerte y la vida están en el poder de la lengua y el que la ama comerá de sus frutos.
Proverbios 18:21
El apóstol Santiago dice mucho también acerca del uso de las palabras. El señala que la lengua es un miembro pequeño del cuerpo, pero el más difícil de controlar: Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, [cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. Santiago 3:5-6, 9-10
Las palabras no son, sin embargo, el único canal a través del cual se pueda transmitir el poder espiritual de las bendiciones y las maldiciones. Hay varias maneras en que, a veces, los objetos físicos pueden convertirse en vehículos para esta clase de poder.
En Éxodo 30:22-33 el Señor mandó a Moisés que elaborara un aceite especial para ungir, que debía usarse sola y exclusivamente para ungir el tabernáculo y su mobiliario, y también a los sacerdotes que hubieran de ministrar en él. En
Levítico 8:1-2 leemos la manera de aplicar este aceite. En los versículos 10-12 el relato concluye: y tomó Moisés el aceite de la unción y ungió el tabernáculo y todas las cosas que estaban en él, y las santificó. Y roció de él sobre el altar siete veces, y ungió el altar y todos sus utensilios, y la fuente y su base, para santificarlos. Y derramó aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón, y lo ungió para santificarlo.
La palabra "santificar" en este pasaje significa "apartar para Dios, hacer santo". Por consiguiente el aceite se convirtió en un vehículo para impartir la bendición de la santidad tanto al tabernáculo y su mobiliario, como a los sacerdotes que ministraban en él.
En el Nuevo Testamento, los símbolos usados en la Cena del Señor se convierten también en vehículos de la bendición de Dios para quienes participan de ellos. En 1Corintios 10:16 Pablo dice: La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
Para quienes los comparten con fe bíblica, estos símbolos transmiten la bendición de Dios. Pablo habla específicamente de "la copa de bendición" -o sea, la copa que transmite las bendiciones del nuevo pacto a quienes beben de ella.
Debe destacarse, sin embargo, que en todas las ordenanzas que acabamos de describir no hay lugar para la "magia". Las bendiciones no son inherentes a los objetos físicos como tales. Son impartidas sólo a aquellos que perciben la voluntad de Dios tal como está revelada en las Escrituras, y quienes entonces por fe y obediencia personal reciben lo que se les ofrece por mediación de los objetos físicos. Sin fe y obediencia, no hay bendición. Por el contrario, en 1 Corintios 11:29, Pablo dice concerniente a los símbolos de la Cena del Señor: Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Esa es, por lo tanto, la alternativa.
La fe y la obediencia reciben la bendición de Dios a través de los símbolos; la incredulidad y la desobediencia provocan el juicio de Dios. En ambos casos por igual, es a través de los objetos físicos usados en la Cena del Señor que se transmite el poder espiritual, tanto si es de bendición como si es para juicio.
Por otra parte, si volvemos nuestra atención de las prácticas bíblicas a todas las diferentes formas de religiones falsas y del ocultismo, no hay virtualmente límite para las formas que los objetos físicos pueden convertirse en vehículos de maldiciones.
En Éxodo 20:4-5, en el segundo de los Diez Mandamientos, Dios prohíbe expresamente hacer cualquier clase de ídolos o imágenes con propósitos religiosos, y advierte que quienes quebranten este mandamiento traerán juicio no sólo sobre sí mismos sino sobre, por lo menos, tres generaciones de sus descendientes:
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás, porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen.
Bajo esta prohibición cae una amplia gama de objetos. No importa si tienes o no la intención de honrarlos o adorarlos o venerarlos, estas cosas representa veneración idolátrica y Abren un canal que introduce en tu hogar el poder maligno. No se limitara a ser una barrera que te impida adelantar hacia la bendición de la prosperidad, sino que tampoco te dejaran ver que la bendición está allí. Únicamente después de quedar libre de su influencia puedes discernir por fe lo que Dios tiene preparado para ti.
La maldición no sólo te impide recibir la bendición que Dios te está ofreciendo, sino que tampoco te permite comprender que la bendición está ante ti, lista para cubrirte. Únicamente cuando el Espíritu Santo hace brillar la luz de la Escritura en Nuestra vida, empezamos a comprender la manera en que el diablo nos ha estado engañando y defraudando.
ESTE TEMA ESTA EN DESARROLLO, NO TE PIERDAS LA SIGUIENTE PUBLICACIÓN.
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