lunes, 17 de octubre de 2016

CONFESIÓN, PROCLAMACIÓN, ACCIÓN DE GRACIAS Y ALABANZA


En cada situación que enfrentamos, tenemos que Responder con una confesión de las Escrituras apropiada a fin De invocar en beneficio de nosotros el continuo ministerio de Jesús como nuestro sumo sacerdote.
En la mayoría de las situaciones tenemos tres posibilidades: Hacer una confesión bíblica y positiva; no confesar nada; O hacer una confesión antibíblica y negativa. Si hacemos una confesión positiva, facultamos el ministerio de Jesús para ayudamos y satisfacer nuestra necesidad. Si no confesamos nada, nos quedamos a merced de las circunstancias.
Si hacemos una confesión antibíblica y negativa, quedamos a merced de las fuerzas malignas y diabólicas.

Es importante distinguir entre la confesión bíblica de la fe verdadera y dinámicas como los sueños ilusorios o la presunción irreverente o alguna clase de filosofía del "dominio de la mente sobre la materia". Hay tres diferencias principales:





PRIMERO que nada, la "confesión" en el sentido bíblico está limitada a las afirmaciones y promesas de la Biblia. Consiste en decir con nuestra boca lo que Dios ya dijo en su palabra. Esta confesión no puede ir más allá.
SEGUNDO, la confesión está limitada también por las condiciones propias de cualquier promesa en particular. La gran mayoría de las promesas en la Biblia son condicionales. Dios dice, en efecto: "Si tú haces esto, Yo haré aquello". Si nosotros no hemos hecho el "esto" adecuado, no tenemos derecho de esperar que Dios haga el correspondiente "aquello". La confesión es válida sólo si ya se han cumplido las condiciones requeridas. Nunca sustituye la obediencia.
TERCERO, la confesión no puede reducirse a un "sistema" conveniente, operado por la voluntad humana. De acuerdo con Romanos 10:10, la confesión es eficaz sólo si procede de la fe en el corazón. La fe genuina del corazón, reconoce humildemente su total dependencia de Dios.
Con estos requisitos, la confesión -correctamente comprendida y practicada- puede ser un factor decisivo en la vida cristiana.


En Santiago 3:4-5 el apóstol compara la lengua con el timón de un navío. Aunque pequeño en comparación con toda la estructura de la embarcación, el timón determina el curso que el barco seguirá. Usado correctamente, guiará al navío con segundad a su puerto de destino. Usado equivocadamente, causará el naufragio del barco.
Esto se aplica a la forma en que expresamos nuestra fe. Confesada correctamente puede conducimos a todas las bendiciones que Dios ha prometido.
Con frecuencia las personas no están dispuestas a aceptar su responsabilidad por las palabras que pronuncian. De acuerdo con Jesús, sin embargo, no hay forma de escaparse de ella:
Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Mateo 12:37 nuestras palabras confirmarán nuestra justicia ante los ojos de DIOS o nos pondrán bajo condenación. No hay términos medios.
De acuerdo con Romanos 10:10, la fe en el corazón tiene efecto pleno sólo cuando la confesamos con la boca. Igual es con la incredulidad. Cuando expresamos nuestra incredulidad con palabras, liberamos su poder negativo para que obre contra nosotros y retenga las bendiciones que Dios ha prometido a la fe.

En Hebreos 4:14 el escritor ofrece dos advertencias más relativas a la importancia de la confesión correcta: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión [confesión]. y también en Hebreos 10:21,23: y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios... Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión [confesión] de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. En cada uno de estos pasajes hay un vínculo directo entre nuestra confesión y el ministerio de Jesús como nuestro sumo sacerdote. A lo largo del Nuevo Testamento se cumple el mismo principio: es nuestra confesión la que nos une a Jesús como nuestro sumo sacerdote y libera su ministerio sacerdotal en favor de nosotros.
La otra idea importante en estos pasajes está en las palabras "mantengamos firme". Es importante hacer la confesión inicial correcta, pero eso en sí no es suficiente. En cada situación subsecuente donde se apliquen los mismos planteamientos, tenemos que ser consecuentes y reafirmar nuestra confesión original.
En Hebreos 10:23 el escritor nos desafía, no sólo a mantener firme nuestra confesión, sino a mantenerla firme sin fluctuar.





El concepto de hacer la confesión correcta parece muy sencillo, quizás hasta simplista: sólo decir con respecto a cada problema o a cada prueba, exacta, y únicamente, lo que la Biblia dice acerca de ello, y seguir diciéndolo. Sí, es sencillo, ¡pero no es fácil!
Cuando las acusaciones vienen de enemigos humanos visibles, los planteamientos por lo menos son claros. Pero hay otra clase de prueba, menos fácil de discernir, en que las acusaciones son internas, dirigidas contra la mente por poderes diabólicos invisibles. No obstante la proposición es la misma: mantener la confesión de la verdad con determinacion inconmovible hasta silenciar y derrotar esas fuerzas invisibles.
Cualquier cristiano que pase con éxito esta prueba puede estar seguro de que será un vencedor y, como tal, heredará las bendiciones que Dios ha prometido a los que vencieren.

En el Salmo 118: 11-17 el salmista describe esta experiencia. Sus enemigos lo habían rodeado por todos lados y estaban a punto de destruirlo, pero el Señor intervino y le dio la victoria. En los versículos 15 al 16 describe su transición de la defensa al ataque: Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos; la diestra de Jehová hace proezas,.. . No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Jehová.
Lo que selló su victoria fue la gozosa y confiada proclamación del salmista de lo que el Señor había hecho por él.
Correctamente puesta en práctica, hará lo mismo por nosotros. Mientras practicamos la proclamación confiada de todo lo que Dios nos ha proporcionado mediante el sacrificio de Jesús, eso nos conducirá naturalmente a otras dos formas de expresión: la acción de gracias y la alabanza. Si verdaderamente creemos lo que proclamamos, ¡ésa es la única respuesta adecuada! Donde quiera que exista una fe genuina, la proclamación será seguida siempre por la acción de gracias y la alabanza.


Unidas, la acción de gracias y la alabanza, nos dan acceso directo a la presencia de Dios. El Salmo 100:4 lo describe muy claramente: Entrad por sus puertas con acción de gracias. Por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre.
El salmista describe dos etapas para acercarse a Dios. Primero, entramos por sus puertas con acción de gracias; después, pasamos por sus atrios con alabanza. Esto nos conduce a la presencia inmediata de Dios. Si no llenamos estos requisitos para entrar, seguiremos clamando a Dios... pero desde lejos. El contestará a su grito por su misericordia, pero no tendremos acceso directo a su presencia.

La acción de gracias y la alabanza son las dos formas más inmediatas en que nuestra fe puede responder a Dios. Cuando Dios nos da una promesa de bendición o nos revela una provisión que ha hecho para nosotros, necesitamos responderle como Abraham y aceptar la palabra de Dios para nosotros como verdadera desde el momento en que la dice. Por consiguiente, es lógico que empecemos a darle gracias y alabarlo inmediatamente. No esperamos hasta que hayamos experimentado el cumplimiento de la promesa o de la provisión.

En 2 Crónicas se ilustra este principio con un suceso en el reinado de Josafat, rey de Judá. Al rey le avisaron que un gran ejército invasor avanzaba contra él desde el sur. Josafat no tenía los recursos militares para oponerse a este ejército. Por lo tanto, citó a todo el pueblo para buscar juntos la ayuda de Dios unidos en oración y ayuno.
Dios respondió a su oración por medio de un levita, con una palabra profética dando instrucciones a Josafat para que condujera a su pueblo contra el enemigo por un cierto camino, y agregó palabras de confianza y aliento: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios.: No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros.

Nada había cambiado hasta aquí en la situación militar, pero Josafat recibió la promesa de Dios por fe, sin pedir más pruebas. Al día siguiente puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: "Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre".
Por cierto que esta no era la forma convencional que un ejército iba a la guerra ... ¡pero dio resultado! Tan pronto como el Señor escuchó las alabanzas de su pueblo, intervino soberana y sobrenaturalmente, enviando un espíritu de división entre los diversos grupos nacionales que componían el ejército invasor. De repente, y sin razón aparente, empezaron a pelear unos contra otros, hasta quedar destruidos. El pueblo de Judá no tuvo que luchar, sino sólo [recoger el botín de sus enemigos muertos! Dios intervino de esta forma porque su pueblo respondió a su promesa por fe, sin esperar una confirmación ulterior.
En este relato se ilustran dos principios importantes. Primero, Dios espera que lo alabemos por las promesas que nos da, sin esperar a verlas cumplidas. Segundo, la alabanza ofrecida en fe libera la intervención sobrenatural de Dios en favor de nosotros. En resumen: La fe empieza a alabar a Dios antes de la victoria prometida, no sólo hasta después.





Salmo 50:23: El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios. La salvación de Dios ya está completa mediante el sacrificio de Cristo Jesús en la cruz. Nada que digamos o hagamos podrá cambiar eso. Pero cuando respondemos con sacrificios de acción de gracias y alabanza, abrimos el camino para ver los beneficios de la salvación se manifiesten en nuestra vida.

Finalmente, pasamos de la acción de gracias a la alabanza jubilosa.. Todo esto lo hacemos en pura fe, sin esperar por algún cambio visible en nuestra Situación.
A su manera y a su tiempo, Dios responde a nuestra fe, tal como hizo con la de Abraham. La verdad, que hemos proclamado y por la que hemos dado gracias y alabado, se convierte en una realidad para nosotros.
Cuando levantamos proclamación acción de gracias y alabanza, logramos dos propósitos a una misma vez: Primero, nos aseguramos de las bendiciones prometidas por Dios que hemos proclamado. Segundo, expulsamos las fuerzas satánicas que se nos opondrían y tratarían de detener las bendiciones para que no lleguen a nosotros.

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