Hay una y una sola- base completamente suficiente para todas las bendiciones que la misericordia de Dios ha provisto: el intercambio que tuvo lugar en la cruz.
1. Jesús fue CASTIGADO para que nosotros pudiéramos ser PERDONADOS.
2. Jesús fue HERIDO para que pudiésemos ser CURADOS.
3. Jesús fue hecho PECADO con nuestra pecaminosidad para que nosotros pudiéramos ser hechos JUSTOS con SU JUSTICIA.
4. Jesús sufrió NUESTRA MUERTE para que pudiésemos compartir SU VIDA.
5. Jesús se hizo POBRE con nuestra POBREZA para que pudiéramos ser RICOS con SU RIQUEZA.
6. Jesús llevó nuestra VERGÜENZA para que pudiésemos compartir SU GLORIA.
7. Jesús sufrió el RECHAZO que merecíamos nosotros para que pudiéramos disfrutar de la ACEPTACIÓN que le correspondía como Hijo de Dios.
8. Jesús se convirtió en MALDICIÓN para que pudiésemos recibir una BENDICIÓN.
Esta lista no está completa; pudieran añadirse otros aspectos del intercambio que tuvo lugar en el monte de la calavera, pero cada uno es una diferente faceta de todo lo que Dios proveyó a través del sacrificio de Jesús. La Biblia los resume en una grandiosa palabra que los incluye a todos: salvación. Con frecuencia los cristianos limitan la salvación a la experiencia del perdón de sus pecados y que nazcan de nuevo. No obstante, por muy maravilloso que sea esto, es solamente la primera parte de la salvación total revelada en el Nuevo Testamento.
El resultado total de la salvación incluye cada parte del ser humano. Es hermoso el modo en que Pablo lo resume 1 Tesalonicenses 5:23: Y el mismo D s de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
La salvación abarca el total de la persona humana: espíritu, alma y cuerpo; y se consuma únicamente con la resurrección del cuerpo al regreso de Cristo.
Pero nadie disfruta simultáneamente de todas las distintas provisiones de la salvación. Es normal progresar por etapas de una provisión a la siguiente. Muchos cristianos jamás van más allá de recibir el perdón de sus pecados. No se percatan de las muchas otras provisiones que están a su libre disposición.
Cuando venimos a Dios con base en el sacrificio de Cristo por nosotros, necesitamos ser sensibles a la dirección del Espíritu Santo. No podemos imponer nuestras prioridades a Dios, sino que debemos dejar que él obre con nosotros en el orden que él escoja.
Muy a menudo la maldición que pesa sobre la vida de una persona es el obstáculo insospechado que no lo deja alcanzar otras provisiones de salvación. Normalmente hay que lidiar primero con esta barrera, antes que puedan cubrirse otras necesidades.
En esta provisión nos concentraremos ahora: el intercambio de la maldición a la bendición. En este punto nos enfrentamos precisamente a las mismas proposiciones que Moisés presentó a los israelitas cuando se preparaban para entrar en la tierra de Canaán:
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia. Deuteronomio 30:19
Dios exigía que los israelitas hicieran su propia elección. Les exhortó a escoger correctamente: la vida y las bendiciones. Pero él no decidiría por ellos. Asimismo les recordó que la elección que hicieran afectaría no sólo su propia vida, sino también la de sus descendientes. Esto aparece una vez más como un rasgo característico tanto de las bendiciones como de las maldiciones: continúan afectando generación tras generación. La elección que hizo Israel en aquel momento determinó su destino. Lo mismo sucede con nosotros hoy. Dios nos pone por delante precisamente la misma alternativa: la vida y las bendiciones o la muerte y las maldiciones. Nos deja escoger a nosotros. Igual que Israel, nosotros determinamos nuestro destino por lo que elegimos, y nuestra elección también podrá afectar el destino de nuestros descendientes.
Todo el que desea pasar de la maldición a la bendición tiene que atravesar esa misma puerta. Primero, tiene que haber un claro reconocimiento de las proposiciones que Dios nos pone por delante. Entonces tiene que haber una simple respuesta positiva: "Señor, en base a tu palabra, yo te respondo.
Rechazo la muerte y las maldiciones, y escojo la vida y las bendiciones".
Una vez que hemos hecho esta elección, podemos seguir adelante y reclamar liberación de cualquier maldición que haya sobre nuestra vida. ¿Qué pasos debemos dar para esto? No hay un patrón establecido que todo el mundo deba seguir. Sin embargo, recomiendo tener en cuenta estas siete etapas.
1. CONFIESE SU FE EN CRISTO Y EN EL SACRIFICIO QUE HIZO EN BENEFICIO DE USTED.
En Romanos 10:9-10 Pablo explica que hay dos condiciones esenciales para recibir los beneficios del sacrificio de Cristo: creer en el corazón que Dios levantó a Jesús de los muertos y confesar con la boca que él es Señor. La fe en el corazón no es por completo eficaz hasta que ha sido complementada por la confesión con la boca.
Literalmente, la palabra "confesar" significa "decir lo mismo que". En el contexto de la fe bíblica, confesar significa decir con nuestra boca lo que Dios ya ha dicho en su palabra.
En Hebreos 3:1 Jesús es llamado el "apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión" [o confesión]. Cuando hacemos la confesión bíblica correcta concerniente a él, liberamos su ministerio sacerdotal en beneficio nuestro.
Para recibir los beneficios del sacrificio de Cristo, necesitamos hacer nuestra confesión específica y personal. Por ejemplo:
Señor Jesús, creo que tú eres el Hijo de Dios y el único camino hacia Dios; y que tú moriste en la cruz por mis pecados y te levantaste otra vez de entre los muertos.
2. ARREPENTIRSE DE TODAS SUS REBELIONES Y SUS PECADOS
Pudiera haber muchos factores externos --que se remontan incluso a generaciones anteriores- que han contribuido a la maldición en su vida. No obstante, la raíz de todos sus problemas yace dentro de usted mismo. Y se resume en la palabra avon (iniquidad): su actitud rebelde hacia Dios y los pecados que han resultado de ella. Por esto, tiene que aceptar responsabilidad personal.
Antes que pueda recibir la misericordia de Dios, por lo tanto, él requiere que usted se arrepienta. Tiene que tomar una decisión deliberada de su parte: usted tiene que rendir toda su rebeldía y someterse sin reservas a todo lo que Dios requiera de usted. ¡Una persona que se ha arrepentido en realidad no sigue discutiendo con Dios!
EL NUEVO TESTAMENTO NO DA LUGAR PARA LA FE QUE ESQUIVA EL ARREPENTIMIENTO. Cuando Juan el Bautista vino a preparar el camino del Señor, la primera palabra de su mensaje fue: ¡Arrepentíos...! (Mateo 3:2). Más tarde, cuando Jesús empieza su ministerio público, él retoma el asunto donde Juan lo ha dejado:
Arrepentíos, y creed en el evangelio. Marcos 1:15
Sin arrepentimiento, no es posible una fe eficaz. Muchos que profesan ser cristianos luchan continuamente por tener fe porque nunca han cumplido la condición previa del arrepentimiento (cambio de mentalidad, cambio de rumbo).
En consecuencia, jamás reciben todos los beneficios del sacrificio de Cristo.
3. PEDIR Y RECIBIR EL PERDÓN DE TODOS LOS PECADOS.
La gran barrera que mantiene las bendiciones de Dios fuera del alcance de nuestra vida es EL PECADO SIN PERDONAR. Dios ya ha provisto para que nuestros pecados sean perdonados, pero no lo hará hasta que los confesemos.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiamos de toda maldad. 1 Juan 1:9
Dios es fiel y lo hará porque él nos ha dado su promesa, y él siempre cumple sus promesas. También es justo porque ya
Jesús cargó con todo el castigo por nuestros pecados. Puede ser que Dios le haya mostrado ciertos pecados que lo expusieran a una maldición. Si es así, haga una confesión específica de esos pecados.
También es posible que haya caído una maldición sobre usted por causa de los pecados cometidos por sus antepasados (especialmente la idolatría o el ocultismo). Usted no carga la culpa de los pecados cometidos por sus antepasados, pero las consecuencias de esos pecados pueden afectarlo de varias maneras. Si usted sabe que éste puede ser el caso, pida a Dios también que lo libere de esas consecuencias.
4. PERDONE A TODAS LAS PERSONAS QUE LE HAYAN HECHO DAÑO U OFENDIDO O HAYAN SIDO INJUSTAS CON USTED.
Otra gran barrera que puede mantener fuera de nuestro alcance las bendiciones de Dios es LA FALTADE PERDON en nuestro corazón hacia otras personas. En Marcos 11:25 Jesús señaló muy especialmente esto como algo que tenemos que resolver, si esperamos que Dios conteste nuestras oraciones: y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
Este mismo principio aparece a lo largo de todo el Nuevo Testamento: Si queremos que Dios perdone nuestros pecados, tenemos que estar preparados para perdonar a los demás.
Perdonar a otra persona no es primordialmente una emoción; es una decisión.
Quizás ahora Dios le esté trayendo a la mente alguna persona o personas a quienes usted necesita perdonar. Si es así, puede acudir al Espíritu Santo para que le ayude. Él lo inducirá a tomar la decisión correcta, pero no la hará por usted. Actúe mientras sienta su apremio. Tome una decisión clara de perdonar. Entonces exprese oralmente su decisión.
Diga en voz alta: "Señor, yo perdono a....." y nombre a la persona o personas de que se trate. ¡Los que le sean más difíciles de mencionar son los que más necesita perdonar!
5. RENUNCIE A TODO CONTACTO CON CUALQUIER COSA OCULTISTA O SATÁNICA.
Si en cualquier momento usted ha participado en semejantes actividades o prácticas, ha cruzado una frontera invisible en el reino de Satanás. A partir de ese momento, igual da que lo sepa o no, Satanás lo ha considerado como uno de sus súbditos. El considera que tiene un derecho legal sobre usted.
Puesto que el reino de Dios y el de Satanás se oponen radicalmente, usted no podrá disfrutar de todos los derechos y beneficios de un ciudadano del reino de Dios hasta que haya cortado toda conexión con Satanás de una vez por todas, y cancele cualquier derecho que él pueda alegar que tiene sobre usted.
En 2 Corintios 6: 14-15 Pablo acentúa la necesidad de una ruptura completa con el reino de Satanás:
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial [o sea, Satanás]? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?
En el versículo 17 concluye con una exhortación directa del mismo Señor:
Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré.
Llevar a cabo esta ruptura requiere también que se ocupe de cualquier "objeto de contacto" --o sea, objetos que todavía lo vinculan con Satanás-o Esto incluye muchos objetos distintos. Si usted tiene alguna duda acerca de cómo aplicar esto en su caso, pídale a Dios que le señale cualquier cosa que pudiera ser ofensiva para él.
Entonces deshágase de ella del modo más efectivo: quémelo, aplástelo, arrójelo en aguas profundas... ¡O lo que sea!
Si usted está dispuesto a llevar a cabo esta ruptura total con Satanás y su reino, puede pronunciar una oración como ésta:
Renuncio a todo contacto con cualquier cosa ocultista o satánica; si tengo algún "objeto de contacto", me comprometo a destruirlo. Revoco cualquier reclamación de Satanás sobre mí.
6. AHORA ESTÁ LISTO PARA ORAR A FIN DE LIBERARSE DE CUALQUIER MALDICIÓN.
Recuerde, hay un solo fundamento sobre el que Dios le ofrece su misericordia: el intercambio que tuvo lugar cuando Jesús murió en la cruz. Incluida la provisión para liberarlo de cualquier maleficio.
Es importante que base su fe únicamente sobre lo que Jesús obtuvo para usted con su sacrificio en la cruz. Usted no tiene que "ganarse" su liberación. No tiene que merecerla.
Dios nos responde sólo en base a lo que Jesús hizo en favor de nosotros, no por ningún mérito que podamos imaginarnos que haya en nosotros.
Confiese en voz alta, despacio y deliberadamente sin distraerse.
Si tiene dudas acerca de alguna parte, vuelva atrás y léala otra vez. Identifíquese con las palabras que pronuncia.
Para cuando haya terminado de leerlas, debe de tener la sensación de haber llegado ante la presencia de Dios con las palabras que ha pronunciado. Entonces vaya directamente a la oración de liberación, que se repite al final.
Aquí un modelo para orar:
Señor Jesucristo, creo que tú eres el Hijo de Dios y el único camino para llegar Dios; y que tú moriste en la cruz por mis pecados y resucitaste de entre los muertos.
Renuncio a toda mi rebelión y a todos mis pecados, y me someto a ti como mi Señor.
Confieso todos mis pecados ante ti y te pido tu perdón; especialmente por cualquier pecado que me haya expuesto a una maldición. Libérame también de las consecuencias de los pecados de mis antepasados.
Por un acto de mi voluntad decido perdonar a todos los que me han hecho daño o juzgado mal, tal como quiero que Dios me perdone a mí. En particular, perdono a...
Renuncio a todo contacto con cualquier cosa ocultista o satánica; si poseo algún "objeto de contacto", me comprometo a destruirlo. Revoco cualquier reclamación de Satanás sobre mí.
Señor Jesucristo, creo que en esa cruz tú tomaste sobre ti toda maldición que pudiera haberme alcanzado. Así que te pido ahora que me liberes de toda maldición sobre mi vida; ¡en tu nombre, Señor Jesucristo!
Por fe recibo ahora mi liberación y te doy las gracias por ello.
Por otra parte, no hay un patrón dispuesto para responder a Dios que todo el mundo tenga que seguir. La clave para la liberación no es una forma especial de respuesta. La fe puede expresarse de muchos modos diferentes. Limítese a ser usted mismo con Dios. Abra todo su ser al amor de Dios como una flor abre sus pétalos al sol.
7. Ahora crea que ha recibido, ¡y siga adelante en la bendición de Dios!
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