domingo, 16 de octubre de 2016

EN EL MONTE DE LA CALAVERA


Dios ha proporcionado una solución que resuelve todos nuestros problemas, Podemos proceder de muchos trasfondos diferentes, cada uno de nosotros cargado con su propia necesidad especial, pero para recibir la solución de Dios todos tenemos que abrimos paso al mismo lugar: la cruz de Cristo.
El profeta Isaías setecientos años antes de que sucediera escribió: Isaías 53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.

He aquí el problema básico y total, de toda la humanidad: nos hemos apartado, cada cual, por nuestro propio camino.
Hay un pecado que todos tenemos esto en común: nos hemos apartado por nuestro camino. Al hacerlo, le hemos vuelto la espalda a Dios. La palabra hebrea que resume esto es avon, que aquí se traduce "pecado". Quizás el equivalente
Más cercano en la lengua contemporánea sería "rebelión"; no contra un hombre, sino contra Dios.

No obstante, ninguna palabra nuestra, ya sea "pecado", "iniquidad" o "rebelión", expresa todo el significado de avon. En su uso bíblico, avon describe no únicamente el pecado, sino también el "castigo" o las "consecuencias malignas" que siguen al pecado.
Esto se aplica al sacrificio de Jesús en la cruz. Jesús no era culpable de pecado alguno. En Isaías 53:9 el profeta dice: Nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Pero en el versículo 6 dice: Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
No sólo se identificó Jesús con nuestro pecado, sino que sufrió todas las consecuencias malignas de ese pecado. Como el chivo expiatorio que lo había prefigurado, él se los llevó de modo que jamás pudieran volver sobre nosotros.
He aquí el verdadero significado y propósito de la cruz. En ella tuvo lugar un intercambio ordenado por Dios.





Primero,
Jesús sufrió en lugar nuestro las consecuencias del mal que merecíamos por justicia divina sobre nuestros pecados. Entonces, a cambio, Dios nos ofrece todo el bien que merecía la obediencia sin pecado de Jesús.
En pocas palabras, el mal debido a nosotros cayó sobre Jesús para que, a cambio, el bien debido a Jesús pudiera sernos ofrecido a nosotros. Dios tiene la capacidad legítima de ofrecemos esto sin ceder nada de su eterna justicia, porque Jesús ya ha soportado en favor de nosotros todo el justo castigo debido a nuestro pecado.
Todo esto procede únicamente de la insondable gracia de Dios, y se recibe sólo por fe. Ninguno de nosotros ha hecho nunca algo que merezca semejante oferta, y ninguno de nosotros puede hacer algo jamás para ganarla.

Isaías 53:4-5 revela los primeros dos aspectos del intercambio: Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.


Segundo,
Hay dos verdades entrelazadas aquí. La aplicación de una es espiritual y la otra física. En el plano espiritual, Jesús recibió el castigo debido a nuestras transgresiones e iniquidades para que nosotros, en cambio, pudiéramos ser perdonados y así tener paz con Dios. (Ver Romanos 5:1.) En el plano físico, Jesús llevó nuestras enfermedades y dolores para que nosotros pudiéramos ser sanados por sus heridas.
La aplicación física del intercambio está confirmada en dos pasajes del Nuevo Testamento. Mateo 8:16-17 se refiere a Isaías 53:4 y dice que Jesús: Sanó a todos los enfermos,' para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: "El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias".
Y también, en 1Pedro 2:24, el apóstoles refiere a Isaías 53:5-6 y dice de Jesús: Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
El doble intercambio descrito en los versículos anteriores puede resumirse así: Jesús fue CASTIGADO para que nosotros pudiésemos ser PERDONADOS. Jesús fue HERIDO para que nosotros pudiéramos ser SANADOS.


Tercero,
En Isaías 53: 10 se revela un tercer aspecto del intercambio, declarando que el Señor puso el alma de Jesús "en expiación por el pecado". Esto hay que comprenderlo a la luz de los reglamentos mosaicos para varias formas de expiación por el pecado. La persona que había pecado tenía que entregar su ofrenda de expiación -una oveja, un chivo, un toro o algún otro animal- al sacerdote. Debía confesar su pecado sobre la ofrenda, y el sacerdote transfería simbólicamente al animal el pecado que él había confesado. Entonces el animal sería muerto, pagando así el castigo por el pecado que había sido transferido a éste.
En la presciencia de Dios, todo esto estaba diseñado para tipificar lo que sería llevado a cabo por medio de un único sacrificio, suficiente, por completo, ¡de Jesús! En la cruz, el pecado de todo el mundo fue transferido al alma de Jesús. El resultado se describe en Isaías 53: 12: Derramó su vida hasta la muerte.
Por medio de su muerte en sacrificio sustitutivo, Jesús hizo expiación por el pecado de todo el género humano.
En 2 Corintios 5:21 Pablo se refiere a Isaías 53:10 y al mismo tiempo, presenta el aspecto positivo del intercambio:
Al que no conoció pecado [Jesús], por nosotros [Dios] Lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Jesús fue hecho PECADO por NUESTROS PECADOS Y nosotros fuimos hechos JUSTOS por SU JUSTICIA.


Cuarto
La muerte que Jesús padeció era el resultado inevitable del pecado humano que él había tomado sobre sí mismo. El cargó el pecado de todos los hombres, y así padeció la muerte merecida por todos los hombres.
A cambio, a todos los que acepten su sacrificio sustitutivo, Jesús ahora les ofrece el don de la vida eterna. En Romano 6:23 Pablo fija las dos opciones, una junto a la otra: Porque la paga [recompensa justa] del pecado es muerte, más la dádiva [no ganada] de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Por lo que el cuarto aspecto del intercambio puede resumirse así:
Jesús murió NUESTRA MUERTE para que nosotros pudiéramos compartir SU VIDA.





Quinto,
En 2 Corintios 8:9 Pablo establece otro aspecto más del intercambio:
Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.
El intercambio está claro: de la pobreza a la riqueza. Jesús se hizo pobre para que nosotros, a la vez, pudiéramos ser enriquecidos.
¿Cuándo se hizo pobre Jesús? Algunos lo imaginan pobre durante todo su ministerio en la tierra, pero no es exactamente así. El mismo no llevaba en su persona mucho dinero, pero en ningún momento careció de lo que necesitaba. Cuando envió a sus discípulos delante de él por todas partes, éstos tampoco necesitaron nada (Lucas 23:35). Aunque eran pobres, él y sus discípulos tenía la costumbre de darle a los pobres (Ver Juan 12:4-8; 13:29).
En realidad, a lo largo de su ministerio en la tierra, Jesús ejemplificó exactamente la "abundancia". Él siempre tuvo todo lo que necesitó para hacer la voluntad de Dios en su vida.
Entonces, ¿cuándo fue que Jesús se hizo pobre por nosotros? La respuesta es: en la cruz. En Deuteronomio 28:48 Moisés resume la pobreza absoluta en cuatro frases: hambre, sed, desnudez y necesidad de todas las cosas. Jesús experimentó todo eso a plenitud en la cruz.
El propósito de Dios es que todos sus hijos sean capaces de disfrutar las mayores bendiciones. Él nos provee, por lo tanto, con lo suficiente para cubrir nuestras propias necesidades y algo más para las necesidades de otros.
Este quinto aspecto del intercambio puede resumirse así: Jesús se hizo POBRE con NUESTRA POBREZA para que nosotros pudiésemos ser RICOS con SUS RIQUEZAS.


Sexto,
El intercambio en la cruz cubre también las formas emocionales de sufrimiento que siguen al pecado del hombre. En esto también Jesús padeció el mal para que nosotros en su lugar disfrutáramos del bien. Dos de las más crueles heridas que nos caen encima por nuestro pecado son la "vergüenza" y el "rechazo". Ambos cayeron sobre Jesús en la cruz.
Hablando de Jesús en la cruz, el escritor de hebreos dice: Sufrió la cruz, menospreciando el oprobio. Hebreos 12:2

La ejecución en la cruz era la más vergonzosa de todas las formas de muerte, reservada para la más baja ralea de criminales.
La persona que iba a ser ejecutada se la despojaba de toda su ropa y se dejaba desnuda, expuesta a la mirada curiosa de los transeúntes, que se reían y se burlaban de él. Este fue el grado de vergüenza que Jesús soportó cuando colgó de la cruz (Mateo 27:35-44).
El propósito de Dios es atraer a quienes creen en él para que, en lugar de la vergüenza que Jesús soportó, compartan su gloria eterna. En Hebreos 2:10 el escritor dice: Porque convenía a aquel [Dios]... que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos [o sea, Jesús].
Hay otra herida que es todavía más dolorosa que la vergüenza. Es el rechazo. El rechazo puede ser activo, expresado en formas negativas y ásperas, o puede ser una mera falta de cariño o de demostrar amor y aceptación.
Si una mujer embarazada tiene sentimientos negativos hacia el bebé que lleva en su seno, la criatura probablemente nacerá con un sentido de rechazo... que puede acompañarla hasta la vida adulta e incluso hasta la tumba.
El rompimiento de un matrimonio es otra causa frecuente de rechazo. Esto se describe muy claramente en las palabras del Señor en Isaías 54:6:
Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada, dijo el Dios tuyo.

La provisión de Dios para sanar la herida del rechazo está en Mateo 27:46,50, que describe la culminación de la agonía de Jesús: Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: "Eli, Eli, ¡lama sabactani". Esto es: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
Por primera vez en la historia del universo, el Hijo de Dios clamó a su Padre y no recibió respuesta.


El relato de Mateo prosigue a continuación: y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Esto demostraba simbólicamente que el camino había quedado abierto para el hombre pecador a fin de que pudiera entrar directamente a disfrutar del compañerismo con un Dios santo. El rechazo que sufrió Jesucristo había abierto el camino para que nosotros fuéramos aceptados por Dios como hijos suyos. Pablo resume esto en Efesios 1:5-6: Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,... [Dios] nos hizo aceptos en el Amado.

El rechazo de Jesús trajo por resultado nuestra aceptación. Jesús cargó con nuestra VERGÜENZA para que nosotros pudiéramos compartir SU GLORIA. Jesús soportó el RECHAZO que nos tocaba para que nosotros pudiésemos tener la ACEPTACION de él como hijos de Dios.


Los aspectos del intercambio analizados cubren algunas de las más elementales y urgentes necesidades de la humanidad, no hay necesidad surgida de la rebelión del hombre que no quede cubierta por el mismo principio de intercambio:
En Gálatas 3:13-14 Pablo describe el importante aspecto de este intercambio: Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es. colgado en un madero) para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

Pablo aplica a Cristo Jesús en la cruz un estatuto de la ley de Moisés, establecido en Deuteronomio 21:23, de acuerdo con el cual una persona ejecutada colgándola de un "madero" (un patíbulo de madera) entraba bajo la maldición de Dios.
Entonces señala al resultado opuesto: la bendición.
No hace falta que un teólogo analice este aspecto del intercambio: Jesús se convirtió en una "maldición" para que nosotros pudiésemos recibir la "bendición".
La maldición que cayó sobre Jesús se define como "la maldición de la ley". La misma incluye todas y cada una de las maldiciones, enumeradas por Moisés en Deuteronomio 28, que se examinaron en el capítulo 4. Cada una de estas maldiciones, cayeron en su plenitud sobre Jesús. Así abrió el camino él para que nosotros obtuviéramos una liberación igualmente plena y disfrutáramos de las correspondientes bendiciones.
Jesús había tomado sobre sí toda consecuencia maligna que la rebelión había traído sobre la humanidad; había agotado toda maldición proveniente de haberse quebrantado la ley de Dios. Todo esto, para que nosotros a su vez, pudiéramos recibir toda bendición derivada de su obediencia. Semejante sacrificio es estupendo por su alcance y maravilloso por su simplicidad.
¿Ha podido aceptar con fe este relato del sacrificio de Jesús y de todo lo que él ha obtenido para usted? En particular, si está viviendo bajo la sombra de una maldición, ¿ha empezado a ver que Jesús, a un costo infinito para él mismo, ha hecho provisión completa para su liberación? Si es así, hay una acción responsiva inmediata que usted necesita tomar; una respuesta que es la más simple y la más pura expresión de la verdadera fe. Es decir: "[Gracias!"

¡Hágalo ahora mismo! Diga: "¡Gracias! ¡Gracias, Señor Jesús, por todo lo que has hecho por mí! No lo entiendo por completo, pero lo creo, y estoy agradecido". Dar gracias es el primer paso para liberarse.



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