lunes, 26 de septiembre de 2016

FUENTES DE FORTALEZA

¿Cómo debemos responder cuando otras personas nos causan problemas? El José del Antiguo Testamento es un ejemplo clásico del sufrimiento provocado por otros, y es descrito en los capítulos 37 al 50 de Génesis. José fue el segundo más joven de doce hermanos. Los hermanos mayores empezaron a envidiar a José por causa del favoritismo de su padre hacia él. Cuando se intensificaron las cosas, los hermanos lo echaron en una cisterna y lo abandonaron para que se muriera. Mas unos mercantes viajeros pasaban por aquel lugar y los hermanos lo vendieron, los mercaderes se lo llevaron a Egipto y lo vendieron como esclavo. Ahora José está en un país extranjero. No conoce a nadie, inicialmente no sabe hablar el idioma, y es esclavo. Y como si eso fuera poco, la esposa de su amo decide seducirlo un día. Después de José negarse, ella lo acusa falsamente de violarla y se lo llevan preso. Sin embargo, fíjese en la actitud de José, mucho años más tarde, al hablar de la situación con sus hermanos, les dice: «Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente» (Génesis 50:20). En otras palabras: «Ustedes procuraron hacerme daño, pero Dios le dio vuelta al asunto y lo usó para bien en mi vida y en sus vidas y en las de otras personas».

APRENDA DE JOSÉ






¿Cómo logró José perseverar? Debido a tres verdades que reconoció en su vida.

PRIMERO, sabía que Dios ve todo lo que padecemos y se interesa por nosotros. Esto es muy evidente en la vida de José. Él nunca dudó de que Dios viera lo que padecía y que se interesaba por él. Hay una frase muy importante que se halla cinco veces en la vida de José, cada uno después de una crisis mayor o alguna derrota: «El Señor estaba con José».

SEGUNDO que José reconoció fue que Dios le dio a todos libre albedrío. Usted no es un títere o un robot que eleva oraciones a Dios. Él les dio a todos libre albedrío y cuando optamos por ignorar lo que es recto, Dios no impone su voluntad sobre nosotros. Con frecuencia, cuando nos buscamos un problema, culpamos a Dios como si fuera su culpa. Cuando vemos un accidente grave, una tragedia, un problema o crisis, tratamos de aparentar ser muy espirituales diciendo: «Debe ser la voluntad de Dios»; ¡como si él se complaciera en planear errores y tristeza! El hecho es que la voluntad de Dios no se cumple siempre. Cuando decidimos tomar nuestro propio rumbo, él se limita; nos otorga la libertad de escoger mal y traer problemas a nuestras vidas. También les concede a los demás el libre albedrío y a consecuencia de sus errores nosotros podemos salir lastimados. En la situación de José, sus hermanos deliberadamente escogieron conspirar en su contra. Esto fue un pecado, pero Dios lo permitió por que no crea títeres.

TERCERO reconoció que Dios tiene el control absoluto del desenlace final. Él puede tomar nuestros errores y todos los pecados que otros cometen en nuestra contra, darle un giro completo y sacar algo bueno de ello. A pesar de que perdamos batallas una que otra vez, Dios ya ganó la guerra. Nosotros pensamos que todo se nos viene abajo; pero Dios tiene la última palabra. Él decide lo que va a suceder. Considere a José. Estando preso, José entabló una amistad con la mano derecha del Faraón, y cuando este hombre fue instaurado al poder otra vez y el faraón tuvo un sueño, recordó que José podía interpretar sueños. Así fue que lo invitaron al palacio del Faraón; y le dio la interpretación del sueño. El faraón quedó tan impresionado que lo hizo segundo en mando sobre todo Egipto. José pasó de ser esclavo extranjero en una cárcel al segundo líder más importante de Egipto, y de paso salvó a Egipto, además de otras naciones incluyendo a Israel, del hambre. Dios usa aun nuestras malas decisiones y los reveses para voltearlas y sacar algo bueno de ello al final; si se lo permitimos. Por eso José pudo decir, al terminar su vida: «Ustedes procuraron hacerme daño, pero Dios le dio vuelta y lo usó para bien». La única forma en que Dios podía sacar algo bueno era con la perseverancia de José, aun cuando no lo entendiera.

TRATE CON LA ADVERSIDAD


Quizá usted esté atravesando una prueba en este momento. y tal vez sea inocente. Es posible que sea víctima de una situación que no ocasionó. Bueno, considere la reacción de José.

Lo primero que NO hizo fue caer en autocompasión. Ella es una de las causas principales de la depresión. A menudo, cuando nos encontramos en serios problemas, y nuestra autoestima está a niveles bajos, empezamos a culparnos a nosotros mismos, y terminamos echándonos al dolor. José no hizo eso; él no se culpó. La crisis en la que se encontraba no era culpa suya, de manera que consideró la situación de una manera realista. Cuando llega la tormenta a nuestras vidas, la mejor manera de tratar con ella es encararla de frente. Si está en un periodo de desánimo por encontrarse en medio de una prueba, y se está preguntando: «¿Por qué me sucede esto?»; considere lo siguiente: Nunca tome una decisión importante cuando esté deprimido. Con frecuencia, cuando estamos desanimados, tenemos la tendencia a decir: «Mejor renuncio». «Mejor cambio de lugar», «Mejor busco otro empleo», «Mejor me divorcio». Nunca tome una decisión importante si está deprimido porque en ese momento no puede evaluar las cosas con acierto. En lugar de eso, encare la tormenta de frente y no caiga en la autocompasión.

Hay otra cosa José no se entregó a la amargura. Después de muchos años, José se encontró con sus hermanos porque ellos se dirigían a Egipto en busca de alimento. Al entrar a la presencia de José, inclinándose ante el segundo en mando sobre Egipto, no se dieron cuenta de que era el hermano menor. Cuando procuró contarles quién era, ellos se asombraron y se asustaron. Este era el hermano menor al cual, años antes, trataron de matar, y ahora estaban inclinándose ante él. Pero José los perdonó. Él sabía que uno no puede vivir con la carga pesada de la amargura.

¿Qué se debe hacer cuando nos tienta la amargura? Entregársela a Dios. Cuando las cosas andan mal, a menudo rechazamos a la persona que más nos hace falta, al Señor. Cuando el problema llega a la vida de uno, es probable que uno empiece a decir: «Dios, ¿por qué permitiste que esto sucediera?» Quizá uno se rebela en contra de Dios como si fuera culpa suya. Más bien, uno debería decir: «Señor, toma esta dificultad». Dios puede tomar situaciones sumamente malas y darles un giro completo. Aunque las personas usen situaciones para destruirle, Dios puede usarlas para edificarle. A él, le encanta cambiar la crucifixión por resurrección.
La Biblia no solo nos da respuestas a las razones del sufrimiento, pero también nos da ayuda práctica y consuelo cuando experimentamos sufrimiento.
Si aplicamos las siguientes fuentes de fortaleza a nuestras vidas, no habrá situación que nos pueda devastar, ni crisis que pueda derribarnos permanentemente.

La primera fuente de fortaleza: EL PLAN DE DIOS


La primera fuente de fortaleza que vemos en la vida de José es el plan de Dios: «Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Romanos 8:28). Este versículo NO dice que todo es bueno; hay mucha maldad en este mundo, y la voluntad de Dios no siempre se cumple. Pero la palabra dice que en la vida del cristiano, Dios hace que todas las cosas, aun las malas, obren para bien. Dios no le ha rechazado; él tiene cuidado de sus intereses. Él tomará la situación que esté atravesando, aun la más terrible y la usará para que tenga un buen propósito en su vida. Dios es mayor que cualquier problema al que usted se enfrente. Por supuesto, es difícil ver cómo Dios obra en una situación mala cuando uno está en el medio. Sin embargo, más tarde, al considerar lo acontecido, su perspectiva es mejor y usted puede ver lo que Dios estaba haciendo y la manera en que usó aquella situación de una forma más importante y con mayor propósito para su vida. Pese a lo que suceda, aunque pierda alguna batalla, Dios ya ganó esta guerra y el desenlace está en sus manos. Él puede darle un giro a los fracasos y hacer que obren para bien, si usted se lo permite.

La Segunda fuente de fortaleza LAS PROMESAS DE DIOS


Hay más de siete mil promesas de Dios en la Biblia, y necesitamos empezar a reclamarlas. Son como cheques en blanco; y necesitamos usarlos. Le recomiendo que escoja unos versículos, anótelos en tarjetas con índice, llévelos en sus bolsillos y grábeselos. Un individuo se dedicó a escribir versículos en tarjetas que luego colocaba en el visor de su auto. Cada vez que se detenía en un semáforo, bajaba el visor, leía el versículo y cuando la luz cambiaba, volvía a subir el visor. Se ha memorizado cientos de versículos en sus momentos libres parando en los semáforos sin tener que buscar más tiempo. Quizá usted pueda poner unos en el espejo de su baño. Las promesas de Dios nos dan esperanza, fortaleza y consuelo. La Biblia dice que la Palabra fue escrita para darnos ánimo y esperanza (Romanos 15:4). Lo que necesitamos hacer es leer las promesas de Dios, memorizarlas y reclamarlas en fe. El pueblo de Dios Hay una tercera fuente de fortaleza que nos debe ayudar cuando atravesamos una crisis:

La Tercera fuente de fortaleza: EL PUEBLO DE DIOS.


Nos necesitamos los unos a otros; Dios tuvo como intención que la iglesia fuera un sistema de apoyo firme en la cual nos animemos y nos ayudemos. Sin embargo, no podemos ser un sistema de apoyo si no nos conocemos. Necesitamos unirnos a un grupo de estudio bíblico en la iglesia. Necesitamos encontrar un grupo de personas que se puedan encontrar regularmente, compartir nuestras vidas con ellos y orar juntos. En lo que llevamos esto a cabo, descubriremos que hay otras personas que tienen los mismos problemas que nosotros; gente que nos pueda dar aliciente. La Biblia dice que Dios, con frecuencia, nos permite pasar graves problemas y pruebas intensas, y que luego nos consuela para que un día podamos darles consuelo a otros que están viviendo las mismas situaciones (2 Corintios 13-4). Dios nos usa de esa manera; usualmente trabaja en la vida de la persona a través de otras personas.

La Cuarta fuente de fortaleza: LA PRESENCIA DE CRISTO


la más importante de todas: La persona de Jesucristo. La Biblia dice que él es el Hijo de Dios, que está vivo y que uno puede tener una relación personal con él. hay literalmente millones de personas que son prueba de ello; gente que goza de una relación personal con Cristo. Su presencia nos puede ayudar en cualquier situación. José, en el Antiguo Testamento, fue un ejemplo de lo que Jesucristo hizo en el Nuevo Testamento: El Señor sufrió sin culpa para beneficio de otras personas. José sufrió para que, a la larga, cuando llegara el hambre al Medio Oriente, sus normas con respecto al almacenaje de alimento pudieran salvar a miles de personas de la muerte por inanición. A pesar de ser perfecto y sin culpa, murió sobre la cruz para salvarnos de las terribles consecuencias del pecado.

Dios nos dio libre albedrío, de manera que no puede imponer su voluntad sobre nosotros sin convertirnos en títeres o robots. Vivimos en un mundo donde la gente peca y lastima a los demás. Pero cuando le entregamos nuestras vidas a Cristo y confiamos en él, nos ayuda a superar cada situación y nos da la habilidad para ver cómo va a resolverla al final. La cruz es el máximo ejemplo de personas procurando hacer el mal mientras Dios hace que todo obre para bien y para bendición de la humanidad. Tal vez usted haya sido lastimado por algún familiar, como José: quizá un hermano, una hermana, un padre, un cónyuge, un novio, una novia. Si es así, haga lo que hizo José: No se entregue a la autocompasión o a la amargura. En vez de eso, tome todos los escombros y entrégueselos a Jesucristo. Deje que él saque algo nuevo, refrescante y bello de esa situación fea.

Así que busque el plan de Dios y vea que le da un giro a la situación aun más fea, y lo usa para bien si usted se lo permite. Vuélvase al plan de Dios. Vuélvase a las promesas de Dios. Confíe en ellas. Vuélvase al pueblo de Dios. Únase a una iglesia cariñosa donde sus necesidades sean satisfechas y donde pueda ser usado para satisfacer las de otros. Pero lo más importante es que vuelva a la presencia de Cristo y la permita en su vida. De lo peor, Dios puede sacar lo mejor. Ese es el mensaje de esta historia. Dios puede sacar lo mejor. Muchos cristianos pueden recordar sus vivencias y decir: «¡Verdad que sí! Todo en mi vida se había desmoronado y entonces entregué mi vida a Cristo y él empezó a poner todo en orden de nuevo». Darle la vida a Jesucristo no solo significa que él lo rescatará de la tormenta, sino que le dará el valor y la fortaleza para resistirlo. No todas las cosas obran para bien en la vida de todos en este mundo. Solo obrarán para bien si le damos a Dios los escombros y le entregamos nuestras vidas y entonces él hace que las cosas obren para bien.

¿Así que uno necesita creer en Cristo, tiene que ser cristiano, eso que la Biblia llama «nacer de nuevo»? ¿Qué significa eso? Dos cosas; dos palabras sencillas. Una es arrepentirse y la otra es creer. ¿Qué significa arrepentirse? Simplemente cambiar. Cambiar la manera de ver a Dios y su pecado. Esto lo lleva a dejar las tinieblas y volverse a la luz, dejar la culpa y volverse al perdón, dejar el egoísmo y volverse a Dios. Y entonces, uno debe creer. Usted debe creer que el Hijo de Dios puede perdonar su pecado, que puede hacer de su vida algo mejor, y que quiere obrar en su vida; que tiene un plan para usted y que puede tomar todos los enredos, las malas situaciones, aun sus irritaciones, voltearlas y usarlas para bien en su vida si usted se lo permite. Entonces podrá decir, al recordar sus vivencias: «Ellos procuraron hacerme daño, cuando arremetían contra mí, pero Dios hizo que todo obrara para bien».




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